Un Amor de Leyenda
INTRODUCCIÓN
Esta bella historia fue escrita a partir de un conversatorio como sentido homenaje a Amelia Goyri de la Hoz "La Milagrosa" del cementerio Cristóbal Colón el Día de las Madres del año 1996.
Amelia es una santa popular, precisamente ahí, es donde radica su encanto. No se rige por ninguna institución, ni política, ni religiosa. Es un lugar sagrado, venerado y muy respetado por creyentes y no creyentes. Su imagen es conocida, dentro y fuera del país, muchos la visitan diariamente y le hacen sus peticiones a la "Milagrosa de Cuba".
Este sencillo folleto se los entrego con mucho amor. Es una síntesis de una triste y conmovedora historia de amor, situación que fue creada por la clase social que imperaba en esa época.
TITULO: UN AMOR DE LEYENDA
AUTORA: MARIA ANTONIA RUIZ GUZMÁN. Historiadora y misionera de La Milagrosa de Cuba.
Mensaje Bíblico
Si tienes de verdad, una Fe limpia y pura debes de confiar solamente en aquellos que llevan la palabra de Dios sin pedir a cambio nada más que un beso de amor.
PROHIBIDA SU VENTA
DEDICATORIA
A MARGARITA ADOT Y LEWIS
Con mi mayor respeto y un profundo agradecimiento
A MI QUERIDA MADRE
Por su abnegación y total apoyo.
A LOS FIELES CREYENTES Y NO CREYENTES
Que de una u otra forma me ayudan a llevar a cabo
mi obra.
A TODOS con AMOR, mucha FE
y grandes ESPERANZAS.
CONVERSATORIO
La mayoría de los que estamos aquí presente, creemos en Amelia. por eso estamos aquí por Fe.
Y cuando de Fe hablamos, en quien primero pensamos, es en Cristo,
como universal, también pensamos en la Virgen de la Caridad como
Cubanos.
Yo les invito a pensar en Amelia, nuestra querida y venerada Amelia, pero con una reflexión.
No podemos separar a Cristo de Maria.
No podemos separar a la Caridad del Cobre de los pescadores.
No separemos a Amelia de Maria Teresa y de José Vicente.
Cristo, nuestro Señor, creció y tuvo a los doce apóstoles que guiados por él, dieron a conocer su obra.
Nuestra Virgen de la Caridad tuvo en los pescadores a sus apóstoles. Amelia tuvo a su hermana Maria Teresa y a un hombre que llegó a ser el casi todo, porque fue novio, porque fue esposo, porque siguió siendo todo hasta cuarenta años después.
Yo les quiero contar a grandes rasgos esta triste historia de amor que se convirtió en leyenda para siempre.
Este lugar tan venerado popularmente es un símbolo de amor eterno, donde se conjuga la historia, leyenda, mito, tradición, ritual, lo espiritual, y también mucha imaginación.
Hecho que ha trascendido en el tiempo espontáneamente de generación en generación sin perder el respeto y la veneración de un pueblo ante tanta belleza y grandeza espiritual que una imagen posee.
Transcurría las primeras décadas del siglo XIX, en un barrio vasco nació un pequeño llamado Francisco Goyri y Beazcochea. Un día tras romper el corazón de su madre y despedirse de su padre, recientemente fallecido, marchó lejos a probar fortuna. Con el tiempo el joven Francisco se convirtió en uno de los fundadores del Banco Español de la Isla de Cuba y su corazón fue a enamorarse de una joven criolla hija de españoles llamada Inés Maria de los Dolores Adot y Biedma. Enamorados ambos se casan, enamorados tienen dos hijos: Inés y Francisco, creciendo los pequeños en un ambiente burgués, sin penuria de tipo económica.
Inés se casa con el Marqués de Balboa; y Francisco, con las mismas aficiones y ambiciones que su padre, lo hace con una criolla hija de españoles: Magdalena de la Hoz. De esta última pareja nacieron cuatro hijos, Inés, María Teresa, Amelia ( Que nace el 29 de Enero de 1877) y un varón llamado Francisco.
La niña Amelia Francisco de Sales Adelaida Ramona Goyri y de la Hoz fue bautizada el domingo cuatro de Marzo de 1877 en la Parroquia del Santo Ángel Custodio.
La infancia de los cuatros hermanos transcurrió apacible, tranquila, y al no tener descendencia su tía, los cuatros pequeños vivieron junto a ella en el palacio de los Marqueses de Balboa situado en Egido No. 14 en la naciente Ciudad de la Habana, hoy museo histórico de nuestra capital.
Amelia vivió su infancia como todos los niños debieron vivirla, jugaba con sus hermanos descubriendo nuevas y diferentes experiencias a diario; muchas veces se le veía correr feliz por el palacio tras desprenderse del resto de sus hermanos, junto a un joven bien parecido, su primo segundo: José Vicente Adot Rabell.
Es de suponer que al tiempo que estos dos niños crecían, su amor creció junto a ellos, y ambos supieron, desde niños, que siempre estarían unidos por algo tan sencillo y tan grande como es el amor.
Amelia desde niña fue muy generosa, hacía obras de caridad, ayudaba a los humildes, era toda bondad, anticipo de lo que años mas tarde seria nuestra querida " Milagrosa ".
Al cumplir Amelia 13 años de edad aconteció un suceso importante en su vida; la boda de su hermano mayor, que se realizó en los salones del palacio de Balboa, siendo uno de los padrinos de la misma Eduardo Adot y López padre de José Vicente. Aprovechando la ocasión, los dos jóvenes se atreven y hacen público un amor que habían mantenido oculto desde niños, el amor es así; lo vence todo.
La familia de Amelia al comprobar que era cierto y que los jóvenes se amaban, se opone rotundamente; nunca iban a permitir esa relación, José Vicente por su posición no podía garantizar un futuro de bienestar para su hija. ¡ Qué lejanos quedaban ya para el bueno de Don Francisco, padre de Amelia, los orígenes humildes de quien había sido su propio padre, el vasco Francisco Goyri.
Esa fue la primera de las espinas que el corazón de Amelia sufrió con dolor mudo.
La segunda no se haría esperar, pues apenas cumplidos los 15 años, Amelia pierde a su madre victima de una cruel epidemia, a los 42 años de edad. Su hermana María Teresa, unos años mayor que ella, se vuelca en Amelia y le alivia la herida recién abierta en su todavía joven corazón, siempre la cuidó y apoyó en todo; además sentía un gran respeto por el amor que se profesaban ambos jóvenes.
El amor de Amelia por José Vicente lejos de decrecer, crecía a medida que los días se sucedían; crecía igual que crecía el sentimiento de independencia entre los cubanos, hartos ya, de sus eternos inquilinos: los españoles, José Vicente quería mucho a su patria, y como muchos cubanos partió hacia la manigua a luchar por la libertad de Cuba, cuando el reinicio de nuestra guerra de independencia el 24 de Febrero de1895.
Amelia aquí en La Habana sufría amargamente, ya que no le llegaba noticia de su amado, no sabía si se encontraba a salvo o desaparecido y no podía tan siquiera mencionar su nombre, y sobraban los motivos, José Vicente era un mambí, y estaba luchando contra toda esa clase social a la que Amelia pertenecía, que se encontraba en buenos tratos con los españoles.
Tres años más tarde después de una ansiada y prolongada espera, su fiel amado regresó victorioso con grados de Capitán del Ejército Libertador decidido a pedir la mano de aquella joven a la amó siendo niño, que la enamoró en la adolescencia y a la que ahora quería tanto o más de lo que se puede querer a una mujer, no le importaba el rechazo y las discrepancias de esa familia hacia él, el amor lo puede todo; la suerte lo ayudó también, se encuentra que el Marqués de Balboa había fallecido y el padre de Amelia estaba muy enfermo. María Teresa que siempre apoyó a su hermana en todo con mucho amor, accedió ante la petición de este hombre enamorado valiente y decidido.
María Teresa estaba comprometida con Carlos Montalvo y Osorio, este no tenía ningún tipo de problema para la familia Balboa, pues pertenecía a la más alta aristocracia de la Isla. Ella aprovecha la ocasión para pedirle a su tía la marquesa que aprobara oficialmente dicho compromiso.
Las dos parejas fijaron la boda para el 25 de Junio de 1900.
Desgraciadamente el bueno de Don Francisco no llegó a verlas vestidas de blanco, ya que había fallecido el 19 de abril. La ceremonia guardó con su sencillez el respetuoso luto por la memoria del padre, y de la madre que cumplía 8 años de muerta. Las bodas se realizaron en el palacio de Balboa y la Parroquia de Jesús, María y José.
Ya el sueño de Amelia y José Vicente se había hecho realidad después de tanto sufrir, de resistir ante lo que parecía un imposible, pero una vez más el amor venció. Estaban casados y juntos fueron a residir al Cerro, Calle Romay No. 25, Barrio del Pilar. ( Actualmente No. 67 ).
Amelia contaba con 23 años de edad y al poco tiempo de verse consumado su matrimonio, una pequeña semilla es sementada en el interior de su vientre.
¿Quién en el mundo podía ser más feliz que Amelia y José Vicente?.
La felicidad y la dicha era por aquellos días lo único existente para Amelia y José Vicente, poco les importaba que ni los mencionaran en la alta sociedad, era muy grande su amor.
Pero algo terrible acontecería muy pronto, al cumplir los ocho meses de embarazo, Amelia sufre una hipertensión (ataque de eclampsia) que la afecta tanto a ella, como a la hijita que llevaba en su vientre.
Su estado era realmente critico, José Vicente aterrado llama con urgencia a su amigo obstetra y ginecólogo, el doctor Eusebio Hernández, mayor general de nuestras guerras de independencia. (Actualmente el Hospital conocido por Maternidad Obrera lleva su nombre en Honor a su labor científica e investigativa). Al examinar a Amelia éste se da cuenta de que la criatura estaba muerta por lo que decide extraérsela para tratar de salvar la vida de la madre, pero no resultó, y el día 3 de mayo de 1901, abandonaron éste que había sido su mundo. Tan breve para la criatura que no tuvo tiempo ni tan siquiera de nacer y para la madre, que apenas tuvo tiempo de compartir el amor que sentía por su hija junto a su otro amor José Vicente.
Para José Vicente, este fue el golpe más duro e insuperable de su vida, perdiendo a su Amelia y a su pequeña niña, lo perdía todo. Su alegría, su felicidad, su vida, por lo que quedó perturbado mentalmente, era imposible dar credibilidad a esa triste realidad.
A Amelia por su rango familiar le correspondía ser enterrada en el Panteón de los Marqueses de Balboa, pero José Vicente no lo permitió. En vida no les permitieron estar juntos, en la muerte no iba a dejar que se la arrebataran, habló entonces con su amigo Gaspar Betancourt y de la Peza que era dueño de una bóveda en la Necrópolis de Colón situada en el Noreste campo común no. 28, y le pidió enterrar a su amada Amelia en su propiedad.
El buen amigo no vaciló ante esa triste petición y al día siguiente se le dio sepultura en ese lugar. Según cuentan le colocan entre sus piernas, como era costumbre de la época, a su hijita que no llegó a nacer con vida.
A partir del día siguiente del entierro de Amelia y hasta el día que José Vicente murió, fue a diario a visitar a su mujer, para él permanecía dormida y la despertaba tocando una de las cuatro argollas de la tapa de la bóveda en la que ésta reposaba, la argolla que se encontraba al lado del corazón de Amelia; tras despertarla se paraba frente a la sepultura y allí permanecía largo tiempo hablando con ella hasta que tristemente se retiraba.
Un amigo de José Vicente se entera de la noticia y decide compensar esa tristeza con la alegría de regalarle una bella escultura de su amada esposa. Me refiero a José Vilalta Saavedra, uno de los mejores escultores que haya tenido nuestro país, autor además de la estatua de nuestro apóstol José Martí que está en el Parque Central, también en el mismo cementerio el monumento a los estudiantes de medicina y en lo alto de la entrada principal las tres Virtudes Teologales, Fe, Esperanza y Caridad, más los relieves.
Este amigo estaba residiendo en Italia y le manda una carta a José Vicente pidiéndole una foto para esculpirle una estatua a Amelia, éste accedió y le envió la foto de la boda, Vilalta termina el conjunto escultórico en el año 1909 y lo trajo personalmente, colocándolo encima del osario de la bóveda. ¡ Que mejor que la maternidad como fuente de inspiración para esculpir dicha escultura !
El fue muy cuidadoso con los detalles al esculpirla, podemos apreciar que la misma lleva una túnica femenina propia de la época, de maternidad, es de mármol blanco de las canteras de Carrara en Italia, sostiene en su brazo izquierdo una criatura cuyo mentón reposa sobre su pecho y el brazo derecho lo apoya a una inmensa cruz que tiene un gran significado; Amelia muere el 3 de mayo, día de la Santísima Cruz.
Ya colocado el bello conjunto escultórico, símbolo de la maternidad, José Vicente muy emocionado continuó acudiendo a diario frente a la bóveda de su amada, pero al verla esplendorosa incorporó una nueva nota a su ritual guiado siempre por su gran amor, respeto y caballerosidad, después que la despertaba y conversaba con ella, cuando se iba a marchar, vestido todo de negro como habitualmente acostumbraba vestirse, se quitaba el sombrero y lo colocaba en su pecho, daba la vuelta por detrás de la escultura y se retiraba sin darle la espalda. El decía según las referencias: ¡ A una dama no se le da la espalda y menos a mi amada Amelia !
Y así creció el rumor, uno se lo dijo a un amigo, éste se lo dijo a otro y así lo que empezó como una historia de amor particular de un hombre hacia su mujer, se transformó en el amor de un pueblo hacia una mujer, hacia el símbolo de la maternidad, hacia un símbolo del amor eterno. La gente comenzó a otorgarle poderes sobrenaturales a la bella escultura, la veían como la protectora de las mujeres embarazadas, de los niños y de todo aquel que acudiera con un problema y se lo contara a la bella Amelia.
José Vicente trató de impedir aquel clamor popular. Era él su marido, era el único que debía acudir y estar junto a ella, era él que cada día cambiaría sus flores, hasta quiso pagarle a un guardajurado para que le cuidase el lugar con el propósito de que nadie le colocara una flor que no fueran las de él, pero fracasó en su empeño, incluso mandó a grabar una plaquita que decía lo siguiente: Prohibido poner flores en este Panteón, pensó que con eso le daría solución a su gran problema, días más tarde la plaquita fue borrada y cada día las flores, aparte de las suyas propias eran renovadas día a día, mes a mes; la gente principalmente las madres acudían a verla, comenzaron a llamarla "La Milagrosa", naciendo así el culto popular espontáneo que todavía se mantiene.
El 3 de diciembre de 1914 al cumplir Amelia 13 años muerta, muere el padre de José Vicente y como ya él era dueño de esa bóveda decide enterrarlo junto a Amelia. Cuenta la leyenda de generación en generación que al abrir la sepultura, José Vicente quiso ver a su amada Amelia por ultima vez. Y que dicen que él vió. Que ella estaba intacta y que la criatura que se le había colocado entre sus piernas, descansaba ahora apoyada sobre su brazo izquierdo, de igual modo al que José Vilalta Saavedra las imaginó al modelar la escultura de madre e hija.
En 1928 Don Fernando Ortiz nuestro gran historiador del folklore cubano, escribe una crónica muy importante acerca de " La Milagrosa del Cementerio de Colón " y refiere en su escrito como una mujer desfallecida parió entre la tumba de Amelia y la de su hermana.
Al morir Amelia su hermana María Teresa tenía siete meses de embarazo, su dolor era tan grande que no pudo soportar la tristeza que le producía la pérdida de su hermana; la quería como una hija y como tal la cuidó siempre.
El 17 de Julio de 1901 a los 2 meses y 14 días del fallecimiento de Amelia se le presentan complicaciones muy graves durante el parto y murió también junto a su criatura que no vió la luz, pero antes de morir ella le pide a José Vicente ser enterrada al lado de su hermana, y así lo hizo este increíble hombre que fue siempre un caballero.
Pasado el tiempo Carlos Montalvo, el esposo de María Teresa trasladó sus restos para el panteón de los marqueses de Balboa, no respetando así algo tan sagrado, la petición de una moribunda, pues lo que María Teresa más quería era estar al lado de su hermana Amelia.
José Vicente esperó pacientemente hasta el 24 de enero de 1941, en su lecho de muerte le pide a una de sus hermanas la foto de Amelia, la tomó entre sus brazos, la aprieta junto a su corazón y exclama " Ya puedo ir para siempre con mi amada Amelia" .
Sus restos reposan junto a su querida y venerada esposa, dándole así perpetuidad a este Amor de Leyenda.
Cuentan que tiempo después y para sorpresa de muchos, la argolla que él estuvo tocando durante 40 años desapareció. Ese era el instrumento que utilizaba para despertar a Amelia. Ese lugar le sigue perteneciendo y se le respetará siempre, pero quedan tres.....tres que sus fieles día a día las tocan para despertar a Amelia y les hacen sus peticiones con mucha Fe, porque antes, mucho antes de él morir ya Amelia le pertenecía a cientos de mujeres embarazadas, de madres con problemas con sus hijos, de hombres, mujeres y niños que durante decenas de años, y hasta nuestros días acudimos ante su imagen en busca de ayuda, para hablarle, para agradecerle todo y cuanto se nos ha concedido.
Es así como el sepulcro de Amelia, "La Milagrosa", es la única en la Necrópolis Cristóbal Colón que diariamente está cubierta de flores que la recuerdan hoy y por siempre.
Su bella y esplendorosa imagen nos ilumina con su poder sobrenatural, más el magnetismo espiritual que se respira cuando nos acercamos a este sagrado lugar.
Y Amelia siempre nos recibirá, con su firme y serena mirada para darnos Paz, Tranquilidad, Salud y Consuelo, que tanto hoy necesitamos.
¡ ¡ Gracias Amelia, Muchas Gracias ! !
le pedimos a nuestro señor
que proteja su espíritu
y que la siga guiando
por el mismo camino
que sólo él escogió para Ud.
Muchas gracias, que Dios y Amelia los bendiga a todos y que el amor los acompañe siempre.
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